
Isaí Escalada. Para rodar Construyendo a Magdalena necesitábamos un maniquíe. Después de varios días largos buscando sin resultados, una amiga de un amigo iba a tirar uno de los que utilizaba para hacer pruebas de maquillaje y nos lo regaló. Al cabo de los días, casualidades de la vida, volvíamos de fiesta por la noche y nos encontramos otros cuatro maniquíes de talla grande por la calle. ¿Qué hicimos con ellos? Llevárnoslos a casa por si los necesitábamos para otro cortometraje.
Han pasado ya cuatro o cinco años desde aquello. Mucho tiempo en el que le hemos cogido bastante cariño a estos seres inanimados que han convivido con otros tantos objetos extraños, como una lechuza disecada, por si en algún momento los requeríamos para un cortometraje. Un cortometraje que todavía no ha requerido de utilizarlos y, por eso, hemos decidido hacer limpieza y regalarlos.
Lo bueno de esta historia es que no hemos tenido que tirarlos como creíamos que íbamos a vernos forzados a hacerlo, con su consiguiente final dramático, sino que les hemos encontrado un hogar todavía mucho más acogedor en donde Clotilde y compañía tendrán hasta un nuevo compañero de aventuras. Así podremos tenerlos localizados, porque estoy seguro de que basta que ya nos los tengamos para que se nos ocurra la historia que andamos buscando desde hace tanto tiempo.
Pero es que no es cuestión de vivir toda la vida en un eterno decorado de cortometraje…